H. A. Murena. La fatalidad de los cuerpos.

Sur, Buenos Aires, 1955, 249pp., rústica, en buen estado.

Siempre han estado en torno a él los demonios amables: el sexo, el dinero y sus delicias, el triunfo entregado como una corona por las artes de la astucia y de una acción que no repara en obstáculos; gira como la Tierra, inmutable en su redondez, absoluto en la feliz fortaleza de su ley. Hasta que un día cae sobre él la enfermedad, esa reina terrible de rostro velado... ¿De dónde viene la enfermedad?

¿Qué nos quiere decir?

¿Hasta dónde llega? Postrado en su cama, quebrantado y más deseoso de vivir que nunca, Alejandro Sertia ve con terror que la enfermedad no se detiene en su cuerpo, que lo va infectando todo, que lo va despojando de esas posesiones que eran su reducto y que ante esa marejada invisible van cayendo una a una como si hubiesen sido de cartón. ¿Perderá su fortuna, amenazada por las sutilezas de otro astuto más inteligente que él? ¿Logrará la paz de ver a salvo a su desconcertante hija? Y a pesar de que los golpes caen uno tras otro sobre él, este obstinado no entiende, sigue resistiéndose con sus vicios de siempre a los llamados de una voz que pugna por salvarlo: Quiere ser feliz, aquí, ahora, en esta Tierra, que puede ser un poco sucia pero que siempre está tibia. Pero si así se la van quitando, en esa forma misteriosa y acaso injusta, ¿qué es la felicidad entonces, Y qué puede esperar un hombre? ¿No tenemos derecho a ser felices, no debemos desearlo? ¿En nombre de qué? El llegará así hasta a hacerse cómplice por omisión de la muerte de alguien a quien quiere.

Y persistirá en su sordera, acaso incluso queriendo salir de ella.